MILLENNIUM: FEAR AND RELIGION.
MILENIO: MIEDO Y RELIGIÓN.
MILLÉNNAIRE: PEUR ET RELIGION.

   COMMUNICATIONS (pour discussion)
PAPERS (for discussion)
PONENCIAS (para discusión)

Envoyez vos commentaires à; send your commentaries to;envíe sus comentarios a: conmirel@ull.es

TIEMPO Y ESPACIO EN EL MILENIO. A propósito de los cómputos milenaristas

Copyright: Diana Segarra Crespo
                                                                                         volver a la página principal (pulse aquí)


 Cuenta el cronista R. Glaber que al tercer año después del año mil se asistió en toda la tierra a la renovación de las basílicas, aun cuando la mayor parte de ellas no lo necesitasen -señala el mismo autor- por estar bien construidas. Este “improviso” deseo de reconstrucción, de embellecimiento o de ampliación de edificios sacros, que se presentaba en muchos de sus relatos con matices milagrosos, recibe del autor citado la conocida interpretación metafórica de que “era como si el propio mundo, sacudiéndose y despojándose de su vejez, revistiese por doquier una túnica blanca de iglesias”. Tal comparación remitía, como señala G. Duby, a la renovación de la propia cristiandad, si bien subrayando su inevitable carácter “constructivo” ya que esa túnica blanca la endosaban también aquellos “hombres de Dios verdaderos que trazaban los planos de las nuevas basílicas”. A este propósito, parece más acertado recordar que la metáfora textil poseía en el mundo antiguo tanto un significado espacial, concretado en una conexión precisa entre la actividad de tejer y el mundo de la construcción  y de la planimetría urbanas, como un significado social,  en cuanto que el tejido podía representar el orden, la armonía o la cohesión de una comunidad. Para la cristiandad de las postrimerías del año mil, o al menos para aquel cronista (que, sin embargo, escribía a partir del 1030) la percepción de una nueva era parecía exigir la construcción de un espacio nuevo y unificado tal y como lo representaba, pues, ese manto de iglesias en el que se puede detectar el eco de las antiguas promesas del AT acerca de la nueva Jerusalén para el pueblo judío y, en especial, la que refiere Isaías (25, 7), ya que a aquella le precede, con una imagen textil similar -aunque contrapuesta- a la usada por Glaber,  “el velo de duelo que envolvía a todos los pueblos y el sudario que cubría a todas las naciones”  que Dios debía retirar...
 A partir del s. XVII, diversos autores, siguiendo al cronista medieval, abundan de forma similar en este significativo fenómeno de la reconstrucción de iglesias en el s. XI que hallaría su explicación, según algunos, en los “terrores” del año mil. Sin embargo, los datos que se poseen, como recuerda recientemente P. Riché, desmienten tal furor edilicio evidenciando que semejantes deseos y actividades constructivas, lejos de manifestarse repentinamente tras el año mil, se hallaban ya en vigor en la segunda mitad del s. X. Por otra parte, esos “terrores” que proporcionaban una explicación para dicho fenómeno forman parte, tal y como varios autores reivindican, de los aspectos legendarios que repetidamente se han atribuido a ese primer cambio de milenio... No obstante, la verificación histórica no resta relevancia a la asociación de Glaber entre la reconstrucción de ciertos espacios y la sensación de tiempos nuevos, lo que suscita el interés en analizar la correspondencia entre ambas dimensiones en el contexto del milenarismo.
 Como señala J. Delumeau, el milenarismo es la espera de mil años de felicidad terrestre, es decir la de un tiempo que se percibe como nuevo y que cifra su duración, bien literal, bien simbólica, en mil años y, simultáneamente, la de un espacio que, heredero de un final del mundo, no puede prescindir de plasmar de forma perceptible, tangible y conmensurable los efectos de una nueva creación, de una renovación, en suma de una nueva construcción. Si el milenarismo deriva su nombre del específico cómputo del tiempo por miles, no hay que olvidar, efectivamente, que ese mismo fenómeno impulsó toda una serie de cálculos que atañían a su dimensión espacial. La esperanza milenarista es, por tanto, inseparable de los cómputos, de un furor por las cifras y los cálculos aplicados no solo al tiempo, sino también al espacio. De hecho, el análisis de tales cómputos evidencia la correspondencia, la equivalencia o el recíproco reflejo en el milenarismo entre las cifras temporales y las cifras espaciales, lo que confirma, por otra parte, el carácter indisoluble de la categoría espacio-temporal en el pensamiento antiguo. En este sentido, cuando Hipólito de Roma utilizaba en sus cómputos temporales las medidas del Arca de la Alianza para determinar la época de la venida del Mesías, no ofrecía una mera interpretación simbólica y de tipo cabalístico. Una observación de P. Mus, extraída de sus famosos estudios sobre la arquitectura oriental, incita a considerar en ese contexto, y en el del milenarismo en general, la correspondencia entre los módulos arquitectónicos, es decir entre los esquemas espaciales, y los módulos temporales, intrínsecos, como es sabido, de esa forma de contar por miles. Este estudio pretende reivindicar la dimensión espacial de esa esperanza milenarista construida a base de cifras, ya que estas no son aplicables únicamente al tiempo, sino a éste y al espacio simultáneamente.