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La afasia del rey hitita Mursili: miedo, plegaria, religión

Copyright: Juan Antonio Álvarez-Pedrosa Núñez
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En el año 1934 Goetze y Pedersen publicaron un texto cuyo interés para el estudio de las religiones antiguas resulta evidente, aparte de lo curioso de su vertiente psicológica, algo normalmente ausente en los textos de la antigüedad.

El texto es, en realidad, un informe de tipo ritual, algo habitual entre los hititas, que habían desarrollado un sistema muy complejo de archivística en el que conservaban numerosísimos casos de tipo ritual. La primera parte del texto es la que ha suscitado la mayor atención de los estudiosos, pero también la parte ritual tiene un interés notable.

En la primera parte del texto, se nos explican las causas que llevan a poner por escrito la descripción de un rito relativamente poco frecuente. Se cuenta cómo al rey, de camino a un lugar ruinoso, con un propósito no aclarado, le vino encima una tormenta en el transcurso de la cual un violento trueno le provocó un fuerte shock emocional que le dejó momentáneamente sin voz.

Así (habla) Mi Majestad, Mursili, Gran Rey: Yo hacía el camino hacia las ruinas (que pertenecieron) a Kunnu y vino una tormenta. El dios de la Tormenta se puso a tronar violentamente. Tuve miedo y en mi boca la voz disminuyó. La voz en modo alguno se elevó. La afasia momentánea del rey ante una manifestación natural tan violenta es, en principio, trivial. Un fuerte trueno en un descampado le puede quitar la voz a cualquiera. Por el momento quisiera comentar este primer aspecto, desde una perspectiva literaria. Dentro del mundo del Próximo Oriente encontramos interesantes paralelos literarios tanto en el Antiguo Testamento, como en el Evangelio de Lucas, en los que la manifestación de la divinidad provoca un trastorno momentáneo en la facultad de hablar de aquél a quien Dios se manifiesta. Así, vemos cómo las apariciones divinas no mejoran la dicción de Moisés, sino que éste continúa teniendo los problemas de expresión que ha tenido siempre o incluso los empeora: Ex 4, 10: Pero Moisés dijo al Señor: "Pero, Señor, yo no soy un hombre de palabra fácil. No lo era antes, ni tampoco lo soy desde que tú me hablas; soy tardo en el hablar y torpe de lengua." Algo más parecido a nuestro texto es el silencio, entre reverencial y temeroso, que guarda Daniel ante su celestial aparición Da 10, 15-17: Mientras me hablaba (el ángel del Señor) así, me postré en tierra y guardé silencio. En esto, alguien que tenía aspecto de hombre me tocó los labios. Abrí mi boca y dije al que estaba delante de mí. "Señor, con esta aparición me ha invadido la angustia y me he quedado sin fuerzas. ¿Cómo podrá, Señor, hablarte tu siervo, si estoy exhausto de fuerzas y me he quedado sin aliento?" Como una prolongación evidente de los textos anteriores nos encontramos la historia de Zacarías, que sufre una afasia temporal ante la aparición del ángel del Señor que le acaece en el altar del incienso del Templo de Jerusalén: Lc 1, 19-22: "Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena noticia. Pero tú te quedarás mudo y no podrás hablar hasta que se verifiquen estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su tiempo". El pueblo, entre tanto, estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que tardase tanto en salir del santuario. Cuando salió, no podía hablarles; y comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hacía señas, porque se había quedado mudo. Dentro del texto hitita hay que entender el trueno como una manifestación sobrevenida de la divinidad, un oráculo no solicitado, sino espontáneo, que tiene que tener un significado. Los truenos, en la tradición oracular hitita podían tener un significado favorable. En los Anales Decenales de Mursili II (CTH 61 I, A ii 15) y su texto paralelo, los llamados Anales Extensos o Hazañas de Mursili II (CTH 61 II.2, 2Bii) nos cuenta cómo durante el avance contra el país de Arzawa, un rayo se considera presagio favorable para los hititas, que avanzaban bajo la advocación del dios de la Tormenta, mientras que el enemigo considera dicha manifestación tan ominosa que incluso su líder enferma y acaba muriendo como consecuencia de la depresión que le causa tal oráculo: Anales Decenales de Mursili (CTH 61 I, A ii 15): Cuando ya estaba en marcha y había ganado la cordillera de Lawasa, el poderoso dios de la Tormenta, mi señor, manifestó su divino poder y arrojó un rayo. Mi ejército lo vio y también los vio la gente de Arzawa. El rayo fue y alcanzó la tierra de Arzawa; alcanzó la ciudad de Apasa, la de Uhhaziti e hizo caer de hinojos a Uhhaziti, que se puso enfermo. Y como Uhhaziti se había puesto enfermo, no vino contra mí en batalla…

Anales Extensos o Hazañas de Mursili (CTH 61 II.2, 2Bii): Y cuando llegué al río Sehhiriya, el orgulloso dios de la Tormenta mostró su divino poder y lanzó un rayo. Lo vio la tierra de Hatti y también lo vio el país de la ciudad de Arzawa. El rayo fue y alcanzó la ciudad de Apasa, la ciudad de Uhhaziti. A él le afectó una grave enfermedad y las rodillas le flaquearon.

Esto es, ante un ejército en marcha, un trueno, un rayo, se entienden como presagio muy favorable, de lo que tenemos paralelos bien conocidos entre los romanos.

Nuestro texto presenta, pues, una notable particularidad: el trueno, la manifestación divina se entiende como algo desfavorable, algo que debe ser temido, y no se nos dice ni el qué, ni el porqué. Pero todavía hay un elemento más llamativo. Continuemos leyendo nuestro texto:

Esta historia la había olvidado por completo, pero cuando pasaron los años me sucedió que este asunto me hizo soñar constantemente y en un sueño la mano del dios me tocó y mi boca entonces se torció. Entonces consulté al oráculo. El rey hitita reactualiza en sueños, pasado el tiempo, la experiencia traumática del trueno que le sorprendió haciendo camino y la presión emocional que le provoca la reiteración de un sueño angustioso concluye con un reflejo somático de la primera consecuencia que tuvo la experiencia. No obstante, con respecto a la expresión "mi boca se torció", yo diría que más que ante un fenómeno de afasia histérica estaríamos ante una parálisis facial que es lo que realmente produce un efecto similar al descrito. El texto para nada nos dice que el rey Mursili no pudiera hablar; por otra parte, es cierto que un trastorno emocional puede producir una pérdida del habla, pero también puede provocar una somatización -en este caso una parálisis facial- que se relaciona fácilmente con la consecuencia que en su momento tuvo el shock emocional que produjo el trueno, que, ese sí, fue la pérdida de la voz.

Resulta evidente que la experiencia acaecida camino de las ruinas de Kunnu aterrorizó al rey, que ese miedo fue reprimido y que, más tarde, el subconsciente le jugó una mala pasada a Mursili. Ahora bien, el problema está, creo yo, en determinar cuáles pudieron ser las causas que comportaron terror en el trueno y no lo hicieron aparecer, igual que sucedía en otras ocasiones, como un presagio favorable.

En general, se habla del carácter extremadamente piadoso de Mursili y de una personalidad hipersensible y angustiada por motivos de índole religioso como factor decisivo en todo este fenómeno; son varios los puntos de apoyo de dicha propuesta (Lebrun 1985: 135): Mursili accedió al trono a la repentina muerte de su hermano Arnuwanda que era quien había sido educado para ser rey, mientras que Mursili era joven, inexperto y había sido educado para ser sacerdote. Evidentemente tuvo que experimentar una fuerte presión sobre sí y, de hecho, nos informa de ello:

Anales Decenales de Mursili II 8 ss.: "Pero cuando mi hermano Arnuwanda se convirtió en dios (esto es, murió), también los países enemigos que aún no habían comenzado la guerra la comenzaron también. Y los países enemigos vecinos decían lo siguiente: "Su padre, que era el rey de la tierra de Hatti, era un rey heroico y tenía preminencia sobre los países enemigos. Pero se ha convertido en dios y su hijo, que se había sentado en el trono de su padre, era también antes un héroe en el combate, pero enfermó y se ha convertido en dios. El que se ha sentado ahora en el trono de su padre es un niño y no va a conservar la tierra de Hatti ni el territorio del país de Hatti." Por otra parte, durante un larguísimo tiempo que afectó a la mayoría de su reinado, el reino de Hatti se vio afectado por una epidemia que diezmó la población. En el marco de la teología hitita, el rey es intermediario efectivo entre los dioses y su reino, y de la pureza y corrección ritual de sus actos depende la salud y la prosperidad de su pueblo. Por lo mismo, si el país se va afectado por una pertinaz plaga, la responsabilidad es en última instancia del rey, que ha incumplido, voluntaria o involuntariamente, algún rito esencial. Lo prolongado de dicha calamidad provocó un sentimiento de fuerte angustia en el rey, como podemos leer en alguna de sus plegarias: Fragmentos de la Plegaria de Mursili por la peste, CTH 378: "¡Dios de la Tempestad de Hatti, mi señor, y vosotros, dioses de Hatti, mis señores, Mursili, Gran Rey, vuestro siervo me envía! ¡Ve y dile al dios de la Tempestad de Hatti, mi señor, y a los dioses, mis señores, los siguiente: ¿Qué es lo que habéis hecho? Habéis dejado entrar una plaga en el país. El país de Hatti se ve cruelmente afligido por la plaga. Desde hace veinte años han ido muriendo hombres en los días de mi padre, en los días de mi hermano y en los míos, desde que llegué a ser sacerdote de los dioses. Cuando los hombres están muriendo en el país de Hatti y la plaga no ha desaparecido de ningún modo del país de Hatti, yo no puedo sufrir más la agonía de mi corazón y no puedo sufrir más la angustia de mi alma. (…) Las pocas personas que siguen ofreciendo pan grueso y libaciones están muriendo también. La situación me abruma (…) He admitido mi culpa ante el dios de la Tempestad (…) He aquí que he remitido la cuestión de la plaga ante el dios de la Tempestad de Hatti. ¡Óyeme, dios de la Tempestad de Hatti, y salva mi vida! Tengo que recordarte una cosa: el pájaro busca refugio en la jaula y la jaula salva su vida. Más aún, si algo abruma a un siervo, él presenta su alegato ante su señor, su señor lo oye y se apiada de él. Es más, si el siervo incurre en una falta, pero confiesa su falta a su señor, su señor puede hacer con él lo que le plazca. Pero, puesto que ha confesado su falta a su señor, el alma de su señor se aplaca y el señor no castiga a su siervo. Yo he confesado ahora el pecado de mi padre; así sucede, lo he hecho. Si tiene que hacer restitución, parece claro que con todos los dones que he concedido ya a causa de esta plaga, con todos los prisioneros que he devuelto a sus hogares, en resumen, con toda la restitución que ha hecho Hatti a causa de la plaga, ha hecho su restitución veinte veces. Y aún el alma del dios de la Tempestad, mi señor, y la de los demás dioses, mis señores, no se ha aplacado. Pero si pedís de mí alguna restitución más, decídmelo en un sueño y os la proporcionaré (…)" La pervivencia de esta ideología es grande. La encontramos en Israel, cf. por ejemplo, 1 Re 14, 16: El Señor castigará a Israel por los pecados que Jeroboán ha cometido, y por los que ha hecho cometer a Israel Y pervive hasta la España del siglo XVII; Felipe IV estaba persuadido de que la decadencia española estaba causada por sus pecados: De la Carta de Felipe IV a Sor María de Jesús de Ágreda de 4 de Octubre de 1643: Y el mayor favor que podré recibir de Su bendita mano es que el castigo que da a estos reinos por mis pecados me le dé a mí, pues soy yo quien los merezco y ellos no, que siempre han sido y serán verdaderos y firmes católicos. Es posible que haya habido otros factores más directos que hayan motivado el evidente sentido de culpa que culmina con la parálisis facial del rey hitita. Nada se nos dice en el texto acerca de la finalidad ni el destino final del viaje durante el que sucedió la tormenta. Creo que no es un detalle baladí y coincido con el análisis psicológico que en este punto hace Oppenheim (1956:230-231): "El rey tuvo que estar bajo una fuerte tensión emocional durante su viaje a Tell-Kunnu. Es posible que este viaje tuviera una implicación cultual más que política o militar y que el rey viajase ya sea contra su deseo, o porque sentía, inconscientemente por supuesto, que algo básico estaba mal con los tiempos o el propósito del viaje o quizá con su propia persona en relación con el objetivo del viaje. El subsiguiente incidente tuvo que confirmar sus presagios. El viaje parece que tuvo una cierta importancia y era quizá un evento raro. Esto puede apoyarse en el siguiente hecho: los ropajes, descritos expresamente como festivos, usados en la ocasión y el carro y los caballos fueron más tarde considerados contaminados por el accidente durante la tormenta y tuvieron que ser ofrecidos al dios de la Tormenta como "consagrados", esto es, tabúes. Todo esto, sin embargo, ocurrió muchos años después del acontecimiento, lo que muestra que estos aderezos reales tuvieron que ser importantes hasta el punto de que fue posible identificarlos exactamente después de que transcurriera un largo periodo."

Lo cierto es que en la siguiente parte del texto, la que prescribe los rituales que purificarán al rey y le curarán de su obsesión de culpabilidad, se indica que el rey ha de preparar un buey que sustituye la persona del rey. Este tipo de sustitutos rituales eran frecuentes entre los hititas y servían para solucionar sacrificialmente problemas graves como vemos en la sustitución del rey por un esclavo en ocasiones de peligro (como en CTH 419) o para ocasiones triviales, como para sustituir a una pareja que había peleado (como leemos en CTH 404). Pues bien, el buey que sustituye al rey y porta todos sus adornos y aderezos ha de ser conducido a Kummani, un santuario muy importante del territorio sudoriental de Anatolia llamado Kizzuwatna:

El dios de la Tormenta de Manuzziya fue designado (por el oráculo). Consulté el oráculo del dios de la Tormenta de Manuzziya. Se indicó oracularmente que debía ofrecer un buey de sustitución y quemarlo y quemar pájaros. Consulté el oráculo sobre el buey de sustitución y se indicó oracularmente que tenía que ofrecerlo en el lugar apropiado, en Kummani, en el templo. No sería, por tanto, descabellado suponer que el buey de sustitución sustituye a la persona del rey y hace el recorrido que estaba haciendo el rey cuando se tropezó con la tormenta. Pero creo que hay otro elemento interesante que puede ser un paralelo de nuestro texto. Dos generaciones más tarde, cuando sube al trono Tudhaliya IV, nieto de Mursili II, se produce una situación dinástica difícil. Tudhaliya IV era hijo de Hattusili III, que había accedido al trono por un golpe de estado y además no era el hijo mayor de Hattusili, sino que había desplazado en la sucesión, por razones que ignoramos, a su hermano mayor Nerikkaili. Parece ser que el ascenso al trono de Tudhaliya IV estuvo rodeado de un clima de gran inquietud en el entorno de la familia real, como sabemos por el conjunto de indagaciones oraculares que conservamos en CTH 569. Pero además, en CTH 577 encontramos una consulta oracular emprendida por Tudhaliya IV al comienzo de su reinado que puede resultar reveladora. Inquiere el rey: CTH 577 = KBo XVI 98 (+) ii 10-16: Por lo que se refiere al hecho de que la diosa Sol de Arinna se me aparezca constantemente en sueños, si yo, Mi Majestad, vuelvo del país de Kummani ¿me instalaré en el reinado y dirigiré las festividades oficiales? Por el motivo cultual que fuera, que no conocemos, la instalación del rey en el trono estaba relacionada con un viaje al santuario de Kummani. De hecho, el propio Mursili II nos asegura que, al comienzo de su reinado, antes de nada, y en un momento delicadísimo en el que el país estaba rodeado de conflictos por todas partes, lo que hizo fue cumplir con las prescripciones rituales: Anales decenales de Mursili II, 17ss.: Así que cuando yo, Mi Majestad, me senté en el trono de mi padre, antes de partir contra cualquier territorio enemigo de los países vecinos enemigos que habían comenzado la guerra contra mí, me preocupé de las fiestas tradicionales de la diosa del Sol de la ciudad de Arinna, mi señora, y las celebré. Por tanto, si la subida al trono presentaba dificultades, como sucedió en el caso de Mursili II y volvió a suceder en el de Tudhaliya IV, parece verosímil que la visita a Kummani estuviera rodeada de gran tensión que se manifiesta en los sueños del rey. Por ello, es posible que la manifestación de la divinidad mediante un fuerte trueno se interpretara como algo enormemente desfavorable que, si fue ignorado en un primer momento, luego revive en el subconsciente del rey hasta que le da la solución ritual adecuada.

Ésta se estructura en dos partes: Primera, la cremación en Kummani del buey de sustitución, recaracterizado como el rey mediante una purificación ritual previa, la imposición de manos y la adición de los aderezos que este portaba en el infausto viaje donde sucedió el accidente. :

Se llevó el buey de sustitución y Mi Majestad le impuso la mano. Se le envió al país de Kummani y Mi Majestad hizo la reverencia. El día en el que se llevó el buey de sustitución Mi Majestad se bañó. La noche antes se abstuvo de relaciones sexuales con su mujer. Cuando se bañó por la mañana, impuso su mano en el buey de sustitución. Pero cuando se envió el buey de sustitución, Mi Majestad tomó un baño sagrado durante siete días después de que el buey de sustitución (fuera enviado), hasta que el buey de sustitución fuera llevado a Kummani y fuera presentado. Como se retrasó, Mi Majestad no esperó más tiempo. Empleó justo siete días; al día octavo, cuando el día séptimo había pasado, Mi Majestad (…)

El día en el que el impuse la mano en el buey de sustitución, cuando se le envió los aderezos que había vestido ese día, esos aderezos empaquetados con el cinturón, el puñal, las botas, con (…) se envían; y el carro con el arco, el carcaj y los caballos se envían. Pero la mesa sobre la que comía, la copa de la que bebía, el lecho sobre el que me acostaba, la jofaina en la que me lavaba, todos los objetos que han sido nombrados, ninguno se tomó; ese fue el oráculo del dios. Los aderezos, el carro y los caballos estaban comprendidos en este asunto.

Acerca del día en el que dios de la Tormenta tronó terriblemente y trajo la tormenta, el aderezo que ese día yo llevaba, el carro sobre el que ese día estaba de pie, ese aderezo empaquetado y el carro armado tal cual se llevaron.

Cuando se lleva el buey de sustitución, se ejecuta eso tal como la ceremonia del buey de sustitución está escrita desde hace mucho tiempo en una tablilla de madera, igual que la observación ritual está hecha para la misma y que la ceremonia del ambassi-keldi en honor del dios está consignada desde hace mucho tiempo en una tablilla de madera. Pero si el buey de sustitución muere en el camino, puesto que el camino es largo, como se sacrifica allí, se conducirá otro buey de sustitución revestido de aquellos aderezos y se quemarán los aderezos con el buey de sustitución.

 

Segunda, la cremación de pájaros en honor de elementos simbólicos descritos en hurrita que representan realidades abstractas: Quemó pájaros de la manera siguiente: un pájaro para el enumassi (apaciguamiento), un pájaro para el ari itarki (el mal), un pájaro para el ari mudri (el daño), un pájaro para el ini iriri, un pájaro para el ilmi parmi, un pájaro para el irilthei, un pájaro para el ulahulzi, un pájaro para el duwante, un cordero para el tahasi durusi (masculinidad), un pájaro para el kibissi punuhussi (placer), un pájaro para el gamersi, un pájaro para el tati duwarsi (amor), un pájaro para el serdihi serabihi, un pájaro para el anishi bindihi (derecho), un cordero para el zuzumaki. Se indicó oracularmente que tenía que quemarlos con fuego de esta manera. (…)

Y cuando [Mi Majestad se bañó] [lo que] fue escrito con el buey de sustitución, de la misma manera ese [día] se le condujo y se le ofreció al dios. Y ese mismo día sobre la tabla anzai (…)

Al dios de la Tormenta para el ambassi (salud), una oveja para el keldi, y a los dioses para el ambassi (…) una oveja para Lelluri, a Abari (…) un buey, una oveja sobre la mesa de ofrendas anzai para (…) y a Lelluri un buey, una oveja (…)

En resumen, la parálisis facial del rey hitita Mursili II parece haber sido provocada por un sentimiento de culpabilidad por haber preterido las purificaciones rituales adecuadas tras manifestación divina en un momento delicado de su reinado, quizá la ascensión al trono. Sabemos que el texto fue recopiado en época de Tudhaliya IV, quizá para buscar una situación paralela a la que se dio en el comienzo del reinado de éste último y estudiar las soluciones rituales que se plantearon en aquel momento.
Bibliografía manejada:

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Bernabé, A. (1979) Textos literarios hetitas, Madrid.

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Bryce, T. (1998) The Kingdom of the Hittites, Oxford.

García Trabazo, V. (1996) Los textos hititas en Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament (ANET): Edición crítica y traducción, Oviedo.

Goetze, A. & Pedersen, H. (1934) Mursilis Sprachlähmung, Copenhague.

Klengel, H. (1999) Geschichte des hethitischen Reiches, Leiden.

Laroche, E. (1971) Catalogue des textes hitites = CTH, París.

Lebrun, R. (1985) "L'aphasie de Mursili II = CTH 486", Hethitica 6:103-137.

Oppenheim, L. (1956) The Interpretation of Dreams in the Ancient Near East. With a Translation of an Assyrian Dream-Book, Conneticut.

Van den Hout, Th. (1998) The Purity of Kingship. An Edition of CTH 569 and Related Hittite Oracle Inquiries of Tudhaliya IV, Leiden.