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Miedo, profecía e identidad nacional en el mundo greco-romano: los oráculos sibilinos

Copyright: Emilio Suárez de la Torre
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1. El quiliasmo que nos aqueja me da ocasión de volver sobre el mundo de la profecía en época helenística a través del texto de los Oráculos Sibilinos, que utilizaré en parte como excusa para sumergirme en el complejo mundo de la profecía antigua en su vertiente apocalíptica y escatológica. Parto de la idea de que la utilización de la profecía en momentos de crisis colectiva se relaciona, por un lado, con la tendencia del ser humano a buscar respuestas a situaciones de angustia individual y colectiva y, por otro, con la necesidad de disponer de una conciencia de orden y de delimitación (o de-finición) en el acontecer personal e histórico. Sin embargo, la posibilidad de sistematizar y organizar la existencia en etapas numerables (en definitiva, de armonizar y compatibilizar ser y tiempo) y, lo que es más importante, de que podamos conocer que ello es así, puede contribuir tanto a resolver la situación de angustia como a fomentarla. De ahí la posibilidad de que este recurso se utilice con fines diversos, sobre todo como instrumento político, tanto de propaganda ideológica, como de resistencia por parte de quien se considera oprimido.
 

2. La elección de los Oráculos Sibilinos tiene fácil justificación. Dicha colección está compuesta por textos que no son especialmente valiosos por sus cualidades literarias, pero constituyen uno de los más extraordinarios documentos de que disponemos para (a) comprender el variado mundo que se esconde bajo la etiqueta de 'religión helenística' y (b) analizar los mecanismos del fenómeno profético antiguo y su interacción con la apocalíptica. Los doce libros en que se distribuye su contenido abarcan un espacio cronológico que va desde el siglo II a. C. hasta (quizá) el VI d. C. En esta contribución me centraré sólo en los libros III y IV, fechables en torno al cambio de era, y en su relación con el tema propuesto. Es decir, utilizaré dichos libros sobre todo como testimonio de la suma de los conceptos 'miedo' e 'identidad colectiva' (identificable con 'nacional') canalizados a través de la literatura profética. La indagación de estos dos conceptos se hará sobre los dos planos fundamentales en que se articula su contenido.

2. 1. Uno es el histórico. No es que el oráculo sibilino sea un documento histórico en sentido estricto, pero su recurso para dar garantía de autenticidad a la predicción (ya sea post eventum o de finalidad apocalíptico-escatológica o las dos cosas a la vez) es precisamente incardinarla en una secuencia histórica coherente. Esa verosimilitud del acontecer histórico en su evolución 'lógica' es un factor fundamental para inculcar el miedo (generalmente en su variante de angustia y ansiedad colectivas). Con frecuencia el destinatario de esos temores no es exactamente la humanidad en general, sino el estado o nación opresores del pueblo que se considera amenazado: estamos ante una variante de lo que se ha dado en llamar 'resistance literature', que reviste a su vez también la forma de meras amenazas.

2. 2. Sin embargo, el componente histórico se combina con otro no menos importante de carácter moral y doctrinal. La reacción frente al opresor se materializa en la expresión de los crímenes e iniquidades por las que habrá de responder. Sin embargo, en principio las acusaciones que se dirigen contra aquél no son arbitrarias, sino que suelen subrayar la ruptura de determinados códigos morales y el ataque de los principios que cohesionan a los miembros de la sociedad que se considera oprimida. Dado que tales códigos y principios son prácticamente inseparables en el mundo antiguo del código religioso, las acusaciones pueden con frecuencia resumirse en un término: impiedad. Por tanto, la amenaza que suele utilizarse es la del castigo de quienes siguen semejante conducta, de acuerdo con las creencias del sistema religioso que se ve en peligro.

2. 3. Si a estos factores unimos las dificultades que la población 'resistente' tiene para ejecutar por su mano el castigo del opresor, se comprenderá fácilmente el contenido de las amenazas que se expresan en estos textos: o bien se deja en manos de un rey poderoso o se desplaza el castigo al plano escatológico. De ahí la relación directa de estas profecías con el género apocalíptico, en el que ese rey justiciero es un enviado divino y la catástrofe final afecta sólo a los justos, que por supuesto son los miembros del pueblo que exige su liberación. Al menos queda ese consuelo.

2. 4. A todos esos factores debe añadirse otro de carácter externo, pero muy importante. Como es sabido, el momento histórico en el que se enmarcan los oráculos seleccionados se caracteriza por una sorprendente acumulación de cómputos diversos, coincidentes en señalar el período en cuestión como el correspondiente al final de los tiempos o, al menos, al del comienzo de una sucesión de etapas antecesoras de la catástrofe final. En ambos casos el resultado es el mismo: el 'síndrome del milenio', el pavor producido por el final inminente, el miedo a la definitiva fqora; tou' kovsmou (destrucción del mundo). Un elemento más que contribuía a la eficacia de las profecías que circulaban bajo el nombre de la Sibila.
 

3. El instrumento utilizado por los anónimos autores de estos oráculos era muy poderoso. Quizá sea necesario hacer un pequeño esfuerzo de imaginación desde nuestra perspectiva actual, pero es necesario partir del reconocimiento de la eficacia en determinados círculos de esta terrorífica arma, capaz de crear una amenaza nada inverosímil, ya que se basaba en indicios bastante concretos que correspondían a experiencias vividas por los coetáneos o, al menos, consideradas como posibles. La utilización de la lengua griega, lejos de suponer un obstáculo, era uno de los factores imprescindibles de éxito. Se trataba de llegar precisamente a los círculos que podían apreciar esta clase de poesía, identificada desde antiguo con la transmisión de la palabra divina. Como ahora veremos, sus ámbitos de difusión (el Egipto ptolemaico y el imperio romano) estaban en condiciones de aceptar como plenamente verosímiles estos textos, por razones de tradición y prestigio del género. Entre los sucesores de Alejandro, en todas las dinastías, se conocía la importancia que la profecía sibilina había tenido en un doble sentido: como vehículo de la oposición al macedonio y (más decisivo y con más repercusión) como instrumento de la consolidación de la figura heroica de aquél e incluso de su divinización. En cuanto a Roma, la elección del oráculo sibilino no podía ser más hábil: primero por el gran predicamento de que gozaba todo lo griego en las clases dirigentes y los círculos cultivados, que no habían dudado en construir el pasado heroico de Roma sobre moldes ideológicos y narrativos de cuño helénico; y, en segundo lugar, porque las profecías se dirigían al mismo pueblo que, en situaciones de crisis y ante manifestaciones de la hostilidad divina, no dudaba en consultar los libri sibyllini, de cuyo origen griego hablaba la leyenda, los mismos que, desde el año 63 se reconstruyeron a partir de colecciones ya indudablemente griegas, en buena medida coincidentes precisamente con estos oraculi sibyllini que ahora anunciaban la aniquilación de los romanos.

4. La eficacia de los terroríficos oráculos procedía asimismo de una compleja y depurada tradición multicultural, acuñada a lo largo de milenios. Me limito ahora a un resumen de esas tradiciones.

4. 1. Mesopotamia.-

4. 1. 1. En los últimos decenios se ha dado especial importancia a los textos proféticos de la civilización de Mari, que durante un corto espacio del II milenio a. C. conoció cierta hegemonía política y militar en el ámbito mesopotámico, por encima de sus vecinos sumero-acadios. Destaca la presencia de dos variedades de profetismo: la extática, con trance en momentos no siempre esperados o provocados, corresponde al muhhûm, mientras que el âpilum ("el que responde") interviene como intermediario con la divinidad, generalmente como encargado de transmitir el contenido de la respuesta divina en forma epistolar. Lo más importante es que estos textos contienen indicios de que no son un fenómeno aislado. La utilización contra Babilonia y la mención en ellos del âpilum de Marduk nos hablan de la extensión de la institución profética en toda Mesopotamia desde fecha muy antigua, lo que se corrobora con los datos que añado a continuación.

4. 1. 2. Entre el final de la época kasita y el reinado de Nabucodonosor I (1126-1105) se ha datado la llamada profecía de Shulgi (rey de 2093 a 2046 a. C.). En ella el rey recibe una revelación de Ishtar en la que se incluyen referencias a diversos hechos históricos de diferentes épocas, para que refuerzen como modelo la amenaza o advertencia que se emite, tal como es habitual en una profecía post eventum.

4. 1. 3. Seguramente en la misma época que la anterior se redacta la llamada profecía de Marduk, de la que se conserva una copia posterior hecha en el palacio de Asurbanipal, pero que probablemente hace referencia al rey Nabucodonosor I (1126-1105 a. C.). De nuevo se recurre a la presentación como futuros de hechos ya ocurridos, con la particularidad de que nos encontramos ya con una serie de imperios (Hatti - Asiria - Elam) seguidos del anuncio de una Edad de Oro. Este dato tiene especial importancia, ya que supone la datación más antigua del motivo apocalíptico de la sucesión de imperios.

4. 1. 4. La pervivencia de esta tradición profética se refleja en la persistencia de textos similares en épocas posteriores. Tal es el caso de la llamada profecía de Uruk, que probablemente se compone en el siglo VI a. C. y es reutilizada en época de Darío I (521-486).

4. 1. 5. A la época seléucida corresponde la que se ha denominado profecía dinástica, que recoge una secuencia de reinos que va desde el siglo VI a la transición del IV al III a. C. e incluye el anuncio de la llegada de Alejandro Magno.

4. 1. 6. Por último, debe mencionarse un texto que contiene la más antigua versión de la leyenda del diluvio, junto con el de la creación del hombre a partir del barro (y aquí, además, de la carne y la sangre de un dios): me refiero al poema acadio de Atrahasis, nombre del protagonista humano, quien logra salvarse de la catástrofe con la ayuda del dios Enki..

4. 2. Tradición indoirania.- No es ajena al esquema sucesorio apocalíptico la religión india, en la que se postula una sucesión de yugas (de duración progresivamente descendente) que suman en total 12.000 años, exactamente los mismos que resultan de los sucesivos períodos de 3.000 años que recoge la tradición irania. Es ésta, en efecto, la mejor atestiguada, aunque hay quien considera que este sistema periodológico está ya influido por la tradición hesiódica y judeo-helenística (Libro de Daniel). Se trata de Denkart (IX 8, 1) y Bahman Yast (II 17), ambos redactados a partir de textos incluso con posterioridad a la época sasánida. Lo mismo se puede decir del Yamasp Namag, el apocalíptico texto al que dedicara en su día célebres páginas E. Benveniste, si bien su contenido corresponde plenamente a acontecimientos históricos mucho más recientes. No obstante, parece que debe reconocerse con bastante certeza la persistencia de diversos elementos de tradición avéstica antigua e incluso procedentes del zoroastrismo más antiguo, tal como ha defendido, entre otros, Widengren. Esta periodización del mundo (conocida, por cierto, en culturas muy diversas) puede ir acompañada de una descripción del devenir de la humanidad ajustada a un esquema de sucesiones de imperios. Aunque la mayor parte de los textos en que lo encontramos pertenece a época helenística, su existencia es sin duda más antigua. Recordemos lo dicho más arriba sobre Meopotamia.

4. 3. La tradición semítica no mesopotámica.- No es cuestión de revisar ahora el profetismo bíblico. Sin embargo, resulta imprescindible tener en cuenta la propia tradición judía como una parte de los componentes subyacentes al recurso utilizado por los sibilistas. No sólo es evidente que el pueblo judío estaba familiarizado con una corriente y unas prácticas proféticas de ancestral antigüedad (presentes ya entre pueblos semíticos tan influyentes culturalmente como los acadios), sino que podemos además plantearnos la posibilidad de que el modelo de profecía sibilina con contenido apocalíptico gozara de especial vigencia precisamente entre los semitas asentados en torno a la cuenca del Jordán.

Afortunadamente disponemos hoy en día de la corroboración de esa hipótesis, lo que nos facilita la recuperación de un importante eslabón perdido que permita explicar la evolución de esta tradición. En efecto, el descubrimiento en 1967 de la inscripción de Deir 'Alla, cerca del río Yabbok, en la orilla izquierda del Jordán, que contiene una revelación profética mediante una visión que recibe Balaám, hijo de Beor, ha supuesto una auténtica revolución en la historia de la profecía semítica y en el conocimiento de determinadas tradiciones bíblicas. Dicho texto, escrito en arameo (o, al menos, con un importante componente de esta lengua) interesa tanto por su conternido como por lo que su propia existencia implica. Las consecuencias más importantes de este hallazgo serían:

(a) La demostración de una tradición profética y visionaria en el sigloVIII (sería aproximadamente contemporánea de la actividad de Amós) con contenido apocalíptico, acompañado de la práctica de la consulta oracular y de ritos de carácter mágico.

(b) Queda patente que el vidente descrito en Nb 22-24 tiene tras de sí una tradición bien consolidada; lo mismo sucede con otros pasajes bíblicos que concuerdan con el contenido de este texto.

(c) En cuanto a la propia tradición sibilina, Burkert ha extraído quizá la conclusión más extrema, al afirmar que "la fuente de Hesíodo y de Daniel es un texto sibilino arameo seguramente del siglo VIII que circulaba como profecía de la Edad del Bronce y que describía las edades de oro y de plata como tiempos pasados mejores". Desde luego no existen pruebas que permitan llevar tan lejos las conclusiones, pero este texto ammonita es un testimonio indiscutible de la existencia de una tradición apocalíptica en un ámbito cultural que ejerce enorme influencia sobre los griegos entre los siglos VIII y VII (pensemos en Al-Mina y la presencia semítica en todo el Egeo y el Mediterráneo).

Por lo que se refiere a la época helenística, debe insistirse en la importancia de las profecías de Daniel, un texto de enorme repercusión coetánea y posterior.

4. 4. La profecía en Egipto. De especial importancia (por los motivos que comparten con la literatura sibilina) son La profecía del cordero de Bocoris (que comparte ciertos rasgos con Las lamentaciones de Ipu-Wer y la Crónica Demótica) y, sobre todo, el texto conocido como Oráculo del alfarero. De la primera conocíamos sólo una cita del historiador Manetón (siglo III a. C.), pero un papiro demótico del siglo VII d. C. nos ha permitido conocer algo más del contenido. El portentoso cordero real anuncia precisamente la revancha de Egipto sobre Asiria y la consecución de una situación de paz y bienestar, bajo el reino de los egipcios. A contiuación el cordero muere y es enterrado con honores divinos.

En cuanto al Oráculo del alfarero (un texto que tiene algunos rasgos significativos comparbles a los de los Orac. Sib.), Griffiths señala que puede que comparta con la profecía precedente la divinidad que lo emite, sólo que lo hace a través de un vehículo distinto en cada caso: sería el dios Khnum, divinidad con cabeza de carnero que creó a la humanidad en un torno de alfarero. Su autor conoce la predicción del cordero (que menciona) y el texto tiene de parecido con el anterior el anuncio de una invasión extranjera (que aquí son probablemente griegos), seguido de una situación de bienaventuranza, y la muerte del alfarero al acabar su predicción, y su entierro regio. El alfarero emite sus profecías enfurecido porque alguien (parece que a instancias de Hermes-Thot, que lo ha enviado a esa territorio, identificable con la "isla del Sol", de carácter escatológico) irrumpe en su taller y echa al fuego sus vasijas y utensilios. El contenido lo conocemos por la defensa que hace el alfarero de su reacción violenta ante el rey. Las amenazas hacen referencia a dos calamidades: unas naturales (sobre todo sequía) y otra la representada por la llegada de un rey procedente de Siria y el abandono de la ciudad de Alejandría); el rey se asentará en Menfis y restituirá el culto de los dioses. Por último se anuncia la llegada de un rey liberador, protegido de Isis, que reinará por 55 años. Por lo que se refiere a las referencias históricas que podrían ocultarse en estas líneas, me limito a reproducir la hipótesis de Koenen, quien entiende que la amenaza Siria nos lleva a la cconfrontación entre este pueblo y los Ptolomeos en 170-168 a. C., aunque la datación de la composición sería en torno al 130 a. C., poco después de que Cleopatra II hubiera expulsado a Evérgetes II y Cleopatra III a Chipre, aunque admite una interpolación hacia 116, a raíz de la muerte de Evérgetes.

4. 5. La Sibila en la península itálica. El testimonio de Flegón.-

Libri sibyllini - La propia tradición romana tenía bien claro que dichos libros eran de origen extranjero, por más que este hecho resultara poco grato para los historiadores romanos de las fases más antiguas (Livio, Varrón), como ha subrayado Caerols. Esta apreciación se une al rechazo también evidente de la adivinación originada en personas en trance profético, inspirada y no técnica, entre los romanos, al menos en instancias oficiales, como ha demostrado Montero. Es decir, paradójicamente los gobernantes romanos tenían que aceptar como libros de referencia obligada en materia religiosa (con repercusiones políticas) una colección no sólo foránea, sino además emanada del trance adivinatorio y enloquecido de una mujer, aunque quizá lo primero atenuaba lo segundo. En contraposición, los libri gozaban de un enorme prestigio y causaban gran respeto. Tenían además la ventaja de no estar al alcance de cualquiera, de ser controlados por el poder y de presentar una más que probable dificultad adicional: la de necesitar tanto de un traductor como de un intérprete de su significado. Aunque se acepta como 'cuasi-histórica' la anécdota sobre el modo en que estos libros llegaron al rey Tarquinio, tiene todo el aspecto de una leyenda concienzudamente forjada, con numerosos componentes del cuento popular y con un motivo esencial en el centro: la torpeza humana para distinguir en un momento determinado la importancia del hecho prodigioso o la aparición de un ser divino o que es portador de señales divinas. La reacción humana llega tarde, aunque algo se puede hacer todavía. La leyenda subraya el carácter foráneo de los libros (Dionisio señala que es una mujer oujk ejpicwriva), pero también parece buscar una explicación de por qué no están todos. La cifra de nueve es significativa tratándose de libros sibilinos: en la propia Eritrea veremos que pervive la idea de un período de diez siglos para la vida mortal de la Sibila, que entonces ha cumplido nueve de su existencia. En los Oráculos Sibilinos adquiere especial relevancia la cifra de diez generaciones (frente a las cinco hesiódicas) de la humanidad. Con ello quiero subrayar el modo en que esta leyenda se ha 'contaminado' con la tradición de la Sibila, aunque esto no implique que los libri antiguos estén emparentados en su contenido estrictamente con los oráculos sibilinos que conocemos.

Los investigadores más destacados de este tema reconocen la diferencia notable entre lo que parece el contenido de los libri anteriores al 76 a. C. (a juzgar por su uso práctico), por una parte, y los posteriores y los oráculos sibilinos conocidos, por otra. La clásica diferencia entre piacula (en la primera etapa, con posible influencia etrusca) y fata (en la segunda) sigue siendo válida grosso modo. El principal problema (como sucede con los ritos mistéricos) sigue siendo el carácter secreto de los libros: no conocemos el texto como tal, sólo la interpretación hecha por aquellos que tienen acceso a ellos y el cumplimiento de la prescripción. Hoffmann observó que el interés por los fata empieza a tener mayor importancia tras la derrota de Cannas, de lo que serían indicio la consulta oracular a Delfos del 216 a. C. y los carmina marciana, supuestamente descubiertos en el 212 a. C., cuyo tenor hace pensar en un calco (quizá traducción) del griego. Hasta entonces y entre el 200 y la adopción de la nueva colección las prescripciones tendrían características puramente romanas que invalidarían la suposición de un origen griego. Aún así, creo que debe tomarse en consideración cierta diferencia existente entre las predicciones registradas entre la primera consulta conocida, del 496 a. C., y las de mediados del siglo IV a. C. (recordemos que desde el 365 los duoviri que los consultan pasan a ser decemviri). Si la primera consulta tiene por objeto remediar la escasez imperante (y acaba con la edificación de un templo a Ceres, Liber y Libera), se recogen luego predicciones de ataques externos o revueltas contra el poder (así en el 461 y en el 460), invasiones enemigas y temblores (437), aparte de los consabidos lectisternia (399 el primero) de clara función conciliadora y aplacadora de los dioses. Por el contrario, las consultas a raíz de prodigios y otras calamidades se acumulan desde mediados del siglo IV. Quiero decir con esto que, salvo que sean fruto del azar, los matices diferenciadores entre las etapas pueden advertirnos acerca de una variabilidad (¿manipulación?) en el contenido y naturaleza de los libri según las etapas históricas, más compleja de lo que autores como Hoffmann habían supuesto y que impide excluir el conocimiento de una tradición oracular sibilina griega antigua. Por otra parte, no hay duda alguna de que la importación de Eritras y de otros centros de los nuevos libros en el 76, debido a la pérdida de los antiguos por el incendio capitolino del 83, supone la incorporación de textos griegos ya claramente sibilinos en el sentido coetáneo del término: típicos oráculos de colección emparentados con los que ya sí conocemos (y leemos) por otras fuentes.

Los oráculos sibilinos transmitidos por Flegonte de Tralles.-

Este recopilador de prodigios de la época de Adriano nos ha transmitido diversos textos oraculares (no sólo sibilinos) insertados en los relatos de sus obras. En la recopilación de hechos asombrosos, el Peri; qaumasivwn, encontramos grupos de oráculos sibilinos de características algo diferentes. El primero, que Flegón asegura que corresponde a los libri (por el nacimiento de un andrógino), prescribe rituales expiatorios de sacrificio a Deméter, Perséfone y Plutón en su primera parte, mientras que en la segunda, además de estas divinidades, se incluye también a Hera, con detalles sobre su culto. De hecho pueden considerarse dos oráculos distintos, como se aprecia por los diferentes acrósticos que presentan. Por esta y otras razones (cf. la mención de Cumas en el v. 54) parece que deberían asignarse a la Sibila de Cumas, aunque tanto en este caso como en el que ahora veremos, lo más probable es que estemos ante una falsificación del propio Flegonte o de su fuente, aunque a partir de lementos genuinos y tradicionales. Más adelante, al hablar de los personajes longevos (Peri; Makrobivwn), Flegonte incluye dos nuevos oraculos de la Sibila Eritrea (según dice él mismo). El primero abunda en autoreferencias de la Sibila (con el tema de la dispersión de su alma y su cuerpo al morir, cocnocido ya por Plutarco) y el segundo (que es un claro ejemplo de "oráculo de resistencia" frente a Roma) establece prescripciones de sacrificios a diversos dioses, en especial Apolo y Hera, cuando llega como señal un eclipse.

4. 6. La Sibila en Grecia.-

4. 6. 1. Hesíodo recoge ya no sólo el tema de la sucesión de Edades, sino también en concreto el motivo apocalíptico del nacimiento de niños con el pelo blanco y la fórmula basilhi?da timhvn en contextos de sucesión acompañados de predicción, aplicado al mundo divino.

4. 6. 2. Un eslabón al que en los últimos años se le ha dado notable importancia es el constituido por un probable pasaje de los Corinthiaca de Eumelo, en el que la Sibila se expresa en primera persona acerca de la disputa sostenida por la posesión del Istmo entre Posidón (su abuelo, padre de Lamia) y Helio, en la que Briareo actúa como árbitro. Sin embargo, no hay unanimidad respecto a la datación exacta del fragmento. Parke no admite su antigüedad y considera que el poema tiene que haberse compuesto entre el siglo IV y el I a. C. El problema principal es que el fragmento se utiliza para ilustrar el origen de los Juegos Ístmicos (cuyos primeros vencedores míticos se enumeran), lo que no permitiría ir más arriba del siglo VI. No obstante, es muy posible que esto sea simplemente la intención del autor que transmite el pasaje, que lo manipula al efecto, y que el fragmento corresponda efectivamente a un poema de Eumelo con intervención de una Sibila, dotada ya de una genealogía precisa, nada extraña si tenemos en cuenta fuentes posteriores.

4. 6. 3. La vinculación de la Sibila con el mundo jonio se remonta sin duda a una fecha bastante antigua. Prueba indudable de ello es el conocido testimonio de Heráclito (en un texto transmitido por Plutarco), pasaje que, a mi entender, contiene indicios de versificación hexamétrica y, en cualquier caso, presupone el conocimiento de sus oráculos. A éste se añaden otros datos importantes. Parke ha defendido una datación alta de una profecía sobre la talasocracia lesbia que encontramos en Solino y propone que se remontaría a fines del siglo VII y comienzos del VI a. C.; asimismo ha insistido en la importancia del testimonio de Eratóstenes sobre la mención en los Anales de Samos una Sibila, que él vincula a la posterior Cumana itálica. Si estas dos propuestas presentan algunos puntos débiles, no debemos olvidar la lámina de Berezan, datable a fines del siglo VI a. C., que contiene una interesantísima secuencia de cifras y animales simbólicos (asimilables a distintos ciclos de años) y que, sin descartar un componente órfico, muestra la familiaridad de la cultura jonia con las tradiciones de lenguaje profético-apocalíptico oriental.

4. 6. 4. A partir del siglo V ya no se trata de indicios de lenguaje sibilino, sino de la mención expresa de la Sibila y de sus vaticinios. Contamos, por ejemplo, con los que Pausanias menciona sobre del conflicto entre Argos y Esparta por la Tireátide (que se remonta al siglo VII, aunque los oráculos podrían ser del V a. C.) o sobre Lisandro (aparte de los numerosos datos que aporta sobre las Sibilas en el libro X). La comedia ateniense se convierte en testimonio fundamental (como para otros aspectos de la adivinación y de la religión) y revela la familiaridad de autores y público con estos textos. En el drama satírico, el Busiris de Eurípides muestra a la propia Sibila en escena. Ya en el siglo IV a. C. Platón se refiere a ella con absoluta normalidad y nos da una definición canónica de su trance profético. En todos estos casos la Sibila no tiene más nombre que éste (aunque algún ejemplo nos hace pensar en su uso genérico). A partir de este momento nos encontraremos la multiplicación y la variedad geográfica y onomástica, aunque algunos cánones serán persistentes.

Por tanto, la "floración" de centros sibilinos en el siglo IV a. C., acelerada con la fulgurante carrera de Alejandro Magno (destinatario de muchos de ellos), no es más que una continuación, o a lo sumo una revitalización, de esa trayectoria. Lo más probable es que circulen colecciones con atribuciones cada vez más concretas a las distintas Sibilas. A partir del siglo II se producirá una auténtica "explosión" en la difusión de estos oráculos. Baste recordar los mencionados por Plutarco sobre Filipo V y su confrontación con los romanos, posterior al 196 a. C.y los del ya citado Flegón de Tralles sobre Antíoco III (192-189). El auge de Roma, sobre todo después de la victoria sobre Cartago, y el poder adquirido por algunas de las dinastías helenísticas y su política respecto a determinadas minorías serán el desencadenante principal de la composición de estos textos, sobre todo en su variante de resistencia. En toda el período helenístico, junto a la colección que a continuación comentaré, nos encontramos con diversos testimonios sobre la existencia de oráculos atribuidos a una Sibila, a veces influidos por el texto judío, pero otras totalmente independientes. entre ellos no faltará la variedad de oráculo teológico, con una proyección que excede al contenido de este estudio.

5. Los Oráculos Sibilinos.-

La colección conocida con este nombre genérico es una compleja amalgama de textos de las más diversas épocas, desde el siglo II a. C. hasta el VI d. C. Sus anónimos autores pertenecen a territorios también dispares, con problemas y creencias particulares que a veces afloran entre el estilo uniformizado (aunque torpemente) de este conjunto. Ni que decir tiene que estos anónimos autores trabajan sobre los modelos antes reseñados y que en buena medida proceden al 'reciclaje' habitual de antiguas profecías: una readaptación en la que la inclusión en una nueva secuencia reactualiza el valor de la antigua predicción. En su momento destacaré los casos de reaprovechamiento de un antiguo oráculo que me parecen más claros. Lo que es asimismo evidente es que la misma disparidad de origen en cronología, ambiente geográfico y circunstancias históricas es la causa de que los sibilistas hayan recurrido a opciones muy diversas para satisfacer las necesidades a que responden estos textos. Ya que el punto de partida de estas reflexiones es el del miedo y las respuestas a que induce en el ámbito religioso, debo destacar que las colecciones sibilinas no son tan sólo un instrumento destinado a infundir temores, sino también una respuesta a una dosis no menor de miedo por parte del compositor, que de esta forma reacciona ante la amenaza que en cada caso considera más grave para la pervivencia de su sistema religioso, tradiciones sociales y, en última instancia, del grupo étnico al que pertenece.

Voy a proceder ahora a un breve estudio comparativo del modo en que se produce esa respuesta a las dos caras del temor, según el momento y las circunstancias, mediante un análisis de los métodos de composición de estos textos.

Libro III.-

Contiene sin duda el núcleo más antiguo de la colección. Se admite hoy en día su datación en el reinado de Ptolomeo VI Filométor o, a lo sumo, en la época de su sucesor, es decir, entre el 163-145 a. C. Esta es la propuesta (perfectamente argumentada) de Collins que goza de más aceptación y a la que personalmente me adhiero, aunque es innegable que se trata de un núcleo incluido en un texto bastante complejo. A pesar de las dificultades, es posible detectar el uso por el autor o autores de otras colecciones de oráculos, aunque la antigua propuesta de Geffcken de considerar la preferencia de una Sibila Pérsica no resiste el análisis desde una perspectiva actual. Por otra parte, el planteamiento unitario de Nikiprovetzky no parece adecuado a la naturaleza original de estas colecciones, aunque su datación de una redacción (con reelaboración) del conjunto a fines del siglo I es correcta. En cualquier caso considero preferible el planteamiento de Collins, quien matiza muy bien la diferente cronología de las diversas secciones..

Lo que ahora me interesa destacar es el modo en que, a partir de la variada tradición analizada, se forja un texto adecuado a las necesidades del momento de composición (o, mejor aún, de refundición) y cómo los recursos del género se ponen en funcionamiento a tal fin. Ante todo quiero señalar que, en mi opinión, la forma que ha adquirido este texto, amalgamado y reelaborado, contribuye a dar cuño de "autenticidad" al conjunto. Es muy probable que en gran parte de los pasajes estemos ante formas muy parecidas a las de la más antiguas colecciones sibilinas. El rasgo principal de este libro es la manera particular con que oráculos que engarzan con tradiciones judías se entremezclan con las amenazas que confluyen en Roma. Ello ha supuesto un esfuerzo de adaptación del esquema de las generaciones (cuya vigencia en diversas culturas ya hemos visto) con las predicciones sibilinas helénicas. Si hacemos abstracción de los 96 primeros versos (que contienen los posibles restos de una antigua redacción del libro II hasta el verso 45 y luego una parte asignable al menos a fines del siglo I a. C. o incluso después), el resto se articula en una estructura que puede reducirse a tres grandes bloques. Las profecías de tradición más marcadamente judía se acumulan hasta el verso 294; el tono propagandístico-escatológico judío se hace luego ya totalmente patente desde el verso 564; en medio se acumulan diversas series, en las que a veces se puede detectar más claramente la procedencia. Es en ese bloque central en el que se reúnen los oráculos contra Roma. Hay, por tanto, una clara estrategia en la organización del conjunto: las amenazas contra Roma se acumulan entre los textos propagandísticos, para culminar con una decidida exaltación del pueblo judío y de sus creencias.

Veamos ahora con algún detalle la técnica de aprovechamiento de la tradición sibilina y oracular. De modo general se observa que, dentro de cada uno de los bloques que hemos establecido, el avance de la predicción no es rectilíneo: es como si se entrelazaran anillos secantes. A veces el engarce de los motivos dista de ser coherente en cuanto a la secuencia cronológica, aunque quizá no deberíamos aplicar en estos casos el concepto de "imperfección": es posible que se persiga intencionadamente una apariencia de desorden para dar mayor sensación de espontaneidad y de autenticidad a series de profecías emitidas supuestamente en trance. Un ejemplo de este rasgo lo encontramos en la primera mención del imperio romano, hecha en tono enigmático (vv. 175-190) pero muy eficaz. En los cuatro primeros versos se enlaza con la doctrina de los imperios, se sustancia en dos adjetivos el sistema político romano republicano (leukh; kai; poluvkranoý) y se describe a Roma como una potencia que domina ya el ámbito marino (lo que lógicamente nos permite al menos una datación relativa). El sibilista adopta un punto de vista "oriental": Roma es una amenaza que llega "del mar occidental". Es una potencia en clara expansión, dominadora de tierras, pueblos y reinos, en los que infundirá miedo. Con el simple adverbio metovpisqen se da autenticidad de vaticinio al conjunto. Con estas líneas sería suficiente, pero el sibilista multiplica los detalles del retrato de la potencia invasora: se subraya la ambición de riquezas e, inmediatamente, se introduce la predicción de su caída, desencadenada por la uJperhfanivh y por la corrupción moral. El sibilista ya no necesita ser original: el cliché de la impiedad (con motivos que se perpetuarán en la apologética cristiana) entra en acción, para engarzar a continuación con contenidos tomados de tradiciones diversas judías (con una nueva utilización, aunque algo diluida, del motivo de los sucesivos imperios) y llegar hasta el imperio persa y una mención de la reconstrucción del templo (196-294).

A continuación (295-349) se enlaza con una serie de predicciones breves en forma de lamentaciones, que afectan a Babilonia, Egipto, Gog y Magog, Libia, diversas ciudades y Egipto (aunque en este caso con una tono favorable a Alejandría). Ruptura de la linealidad y acumulación de catástrofes caracterizan este bloque de transición a una nueva serie de predicciones antirromanas, que empiezan en el verso 350. Incluso en esta sección el origen dispar de los elementos vuelve a ser el rasgo principal. Para empezar, reaparece el tema de la ocupación de Asia por Roma y las calamidades que afectarán a ésta se plantean como una compensación de las humillaciones precedentes, algo que cuenta con el probable precedente de un oráculo atestiguado en Flegón, según hemos visto.

Pero la mayor virulencia contra Roma (aunque más sutil en su elaboración) viene a continuación, en un tono por completo insultante para la potencia dominadora. Roma es equiparada a una muchacha que se embriaga en su boda y que será objeto de violencia por su dueña. La condena se remata con antiguos oráculos (con la finalidad de "autentificación" ya comentada) con el añadido de un eficaz juego de palabras sobre Roma. No sabemos la longitud de la secuencia, pero puede observarse la estructura en 'pendant' respecto a la serie precedente (295-349), sólo que ahora se remata con una descripción de una Edad de Oro, fruto de la paz conseguida en Asia y Europa con la caída de Roma (367-380).

Se produce entonces una nueva ruptura de la linealidad cronológica y se engarzan oráculos que, en mi opinión, tienen que haber sido creados en el siglo IV, con motivo de la expansión macedonia en tiempo de Alejandro Magno. En efecto, es más que probable que, al igual que sucede con la proliferación de centros sibilinos, el sorprendente empuje del macedonio desencadenara una de las más importantes oleadas de creación (y reutilización) de oráculos sibilinos, adaptadas sucesivamente, según los territorios, a los diádocos y sus dinastías. En el pasaje que analizo, el aparente desorden del texto tenía el efecto de multiplicar la eficacia de la predicción: la Sibila había vaticinado antes de la guerra de Troya no sólo esta guerra en territorio frigio, sino la caída de los subsiguientes imperios. Las menciones amenazadoras contra Roma se intercalan entre "fehacientes" pruebas de la veracidad de los vaticinios, como lo era la desaparición del poderío macedonio. En los versos que siguen es muy probable que se den partes tomadas de las predicciones atribuidas a la Sibila Eritrea y, según algunos autores, también de la discutida Sibila Persa, aunque quizá sea más correcto subrayar la complejidad de tradiciones amalgamadas en estos versos, en parte relacionadas (en cuanto a los motivos) con las que encontramos en el libro de Daniel. En ellos Macedonia se describe como una calamidad para Asia. Desde allí llegará el hombre de la capa de púrpura (ajnh;r porfurevhn lwvphn ejpieimevno" w[moi" v. 389), para imponer su yugo sobre Asia, pero los descendientes de la dinastía con la que querrá acabar (Persia) serán a su vez los vengadores (vv. 394-5). El detalle de este proceso se describe de modo enigmático, en la tradición que se refleja en el libro de Daniel (vv. 396-400). En mi opinión es aquí donde concluye la hipotética tradición que puede engarzar con una predicción originada en ambiente persa, ya que el pasaje siguiente corresponde plenamente a predicciones asignables estrictamente a la Sibila Eritrea, con el tema de la guerra de Troya como argumento principal (401 ss.), incluido el motivo del "engaño de Homero" (419-32).

El conjunto se adereza a continuación con una nueva secuencia de predicciones contra lugares concretos (lo que hemos visto que se utiliza para garantizar la autenticidad). Considero probable que toda esta parte recoja la forma (y seguramente el contenido) del tipo de oráculos que se reunieron en el 76 a. C. con el fin de restituir los Libri Sibyllini perdidos en el 83 a. C. Esta secuencia de predicciones se enlaza con el desarrollo de una serie de amenazas contra Grecia, entre las que puede detectarse al menos una referencia cronológica: la caída de Macedonia en manos de Roma el 168 a. C. (520 ss.). Este posible sustrato más antiguo se aprovecha para introducir una crítica al politeísmo griego en la que no falta el recurso al evemerismo (553 ss.), con lo que se inicia de nuevo la parte en que se acumulan motivos de tradición mayoritariamente judía, pero sin dejar de mezclarlos con el lenguaje y temas de la poesía oracular griega. Se procede, pues, a esa eficaz combinación de "historicismo" y "apocalipticismo" que caracteriza a la mayoría de los libros de los Or Sib. El rasgo principal de esta última parte es el anuncio de la alternancia de calamidades y amenazas con reinos de bienaventuranza. Por supuesto que se subraya el hecho de que tan sólo el pueblo judío es el verdaderamente eujsebhv". En los versos finales no falta la acumulación de señales del fin de los tiempos. Como puede verse, se combinan las amenazas a diversos pueblos con la exaltación de las creencias judías y de este pueblo (dicho de otro modo: la otra cara del temor es la esperanza), al tiempo que sirve de recordatorio a los propios creyentes de un modo de conducta religiosa.

También para esta parte merece la pena detallar algo el procedimiento seguido. Inmediatamente después del bloque contra la Hélade y la idolatría se menciona en tono positivo a un rey de Egipto (Ptolomeo VII?) y la llegada de un rey desde Asia caracterizado (con lenguaje oracular muy antiguo) como aijeto;" ai[qwn (611). Es éste exactamente el límite entre lo histórico y lo apocalíptico. A este rey de Asia seguirá una breve Edad de Oro. Luego se amenaza con la cólera de dios, nuevas desgracias y de nuevo la llegada de un rey enviado por dios. Ahora bien, a diferencia de los versos anteriores, no es posible ya identificación alguna: la alternancia de estadios de bienestar y de calamidades sería multiplicable ad infinitum, aunque en este caso la mención del juicio final establece un punto de inflexión muy marcado. La única excepción (pero problemática) es la mención del 'templo' (722), que puede ser el de Jerusalén o aludir a la comunidad de Leontópolis (Onias), como sugiere Collins; o incluso, podríamos añadir, aunque hubiera sido compuesto hacia 140 a. C. sería posible reutilizar esta referencia descontextualizada, ya que inmediatamente se piensa en el templo de Jerusalén.

Libro IV.-

Compuesto probablemente en el territorio de Siria o valle del Jordán y no en Egipto, se trata de uno de los libros más homogéneos del corpus y, debido a su moderada extensión (192 versos), no plantea graves problemas de composición o estructura. Esto no quiere decir que sea igualmente homogéneo en cuanto a la cronología de origen de sus elementos. Es un ejemplo interesante para apreciar la técnica de composición que venimos analizando y, sobre todo, los recursos para expresar la resistencia de una comunidad judía frente a la opresión romana, a partir de elementos de la tradición oracular que no se dirigían en principio contra Roma. En efecto, los versos 49-101 incorporan el motivo de las sucesivas generaciones o imperios, que hemos rastreado en diversos textos (con antecedentes iranios) e incluso los versos 72-75 se emparentan con el Oráculos del alfarero.

Se trata de un magnífico ejemplo de estructura retórica al servicio de una ideología y de su uso como arma defensiva. Estamos ante una manifestación más del género epidíctico. Puede plantearse la hipótesis de que haya sido compuesto para performance oral y en una reunión o ceremonia con participación de un determinado público, por reducido que éste fuera (aunque no es imprescindible). La estructura retórica tripartita de los himnos es sobradamente conocida y se registra desde los Himnos Homéricos, particularmente en algunos de ellos, en los que es más marcada. En cuanto al marco de interpretación, no parece probable que haya que plantearse una festividad pública, como en los casos de himnos arcaicos, pero existe el precedente de los de Calímaco, destinados a un público reducido y selecto (aunque algunos quieran ver una marco festivo en alguno de ellos). En cualquier caso, esta estructura no obliga a postular una interpretación pública. Desde el imperativo inicial se trata de dar la impresión de que son palabras emanadas directamente de la Sibila. Es evidente que el texto ha nacido para circular como documento escrito, pero no es menos cierto que su lectura se concibe también en alta voz y nada impide además que se bubiera dado a conocer como pieza de ejecución oral primero en el círculo baptista del que parece proceder.

La estructura que propongo, pues, es la siguiente:

A. Parte introductoria (1-48).-

1. Proemio. Autopresentación (con polémica) de la Sibila fundida con proclamación credo monoteísta y principios teológicos (1-23).
2. Conducta de los creyentes (24-34).
3. Conducta de los paganos (35-40).
4. Anuncio de juicio y castigo en la 10ª generación (40-8).

B. Parte Central (diegesis, pisteis; 49-151).-

1. Enumeración de imperios y generaciones (49-101).-
a) Asiria (6 generaciones).
b) Medos (2 generaciones).
c) Persas (1 generación).
-- Inserción de oráculo "troyano".
-- Inserción de oráculo egipcio.
-- Oráculo sobre el Etna.
-- Guerra del Peloponeso.
d) Macedonios (10ª generación).
-- Serie de oráculos (335 y 303 a. C.).

2. Serie de vaticinios amenazadores (102-151) .-
-- Desde guerra macedónica (171-68 a. C.) a desbordamiento del Meandro (Caria). La mención de la erupción del Vesubio (79 d. C.) y la alusión al tema del "retorno de Nerón", nos sitúa en el 80 d. C. como terminus post quem para la composición.

C. Parte Final (152-192).-

1. Amenazas y exhortaciones religiosas (152-170)
2. Anuncio del fin del mundo y resurrección de los muertos (170-192).

Hemos visto, pues, dos opciones muy distintas desde el punto de vista estructural, aunque tendentes a fines similares. Es evidente que las diferencias están en conexión con la distinta historia de cada uno de los libros comentados. En el primero se observa el esfuerzo por integrar en un conjunto más o menos coherente partes de procedencia y datación diversa, nada fáciles de armonizar. Sin embargo, el resultado final no carece de lógica ni de originalidad, con la ventaja de que mediante ese aparente desorden se reforzaba la sensación de espontaneidad. Absorbe muchos elementos tradicionales, pero crea un modelo que tendrá una enorme repercusión. A su vez el segundo texto, totalmente distinto en numerosos aspectos, enlaza con una tradición culta de poesía himnológica, en la mejor línea retórica, sin que por ello su contenido pierda eficacia. Nos sirve como ilustración de una estadio algo posterior en la evolución de la colección, con penetración de ciertos elementos del oráculo teológico y la aparición por vez primera de algún motivo de gran repercusión posterior, como el del retorno de Nerón. Ahora bien, aunque difieren en su estructura, comparten numerosos recursos y motivos destinados a hacer eficaz su mensaje amenazador, asimismo presentes en otros textos, tanto bíblicos como de la literatura pseudoepígrafa (muy especialmente los textos de los profetas, las apocalipsis, etc.), pero que en esta abrumadora acumulación no podían por menos de suscitar numerosas inquietudes y, sin duda, el sentimiento que es tema de este Congreso: MIEDO. 


NOTA DEL AUTOR
 

Pido disculpas por presentar una versión aún incompleta de mi contribución, ya que carece de notas y bibliografía y, en algunos extremos, no es aún definitiva. No obstante, creo que servirá para entablar una eventual discusión sobr el tema  


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